Subo el volumen, la música retumba en mis oídos. Intento pillar alguna frase,
pero no escucho demasiado. Me alejo de ese ruido exterior, ahora concentrada en mí. Solo yo.
Y siento un hueco, vacío. Y frío, mucho frío.
Como tantas veces aparece ese nudo en la garganta acompañado de recuerdos que
parecen flashes y luego los ojos se empañan y todo se emborrona. Más frío.
Los colores se vuelven negros, las sonrisas se petrifican en un rostro serio, las manos tiemblan...
Aún mas frío.
Y la necesidad de un abrazo, solo tuyo, ese que ya nunca más llegará.
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